Nunca podré olvidarme, de mi primer príncipe azul…La linda flor, (así me cantaba mi padre) Miranda…llegaba a San Fernando después de largas horas de partir con él desde Santiago…era una fiesta todo el camino….-Papá , cuanto falta?…era la pregunta cada 10 minutos…Santa Cruz!…ella ya sabía que estaban cerca…Paredones.!..y Chépica!…empezaban a entrar en una calle larga en la que desfilaban casas con corredores llenos de macetas con grandes hojas…campesinos que pasaban y sacaban su sombrero para saludar al hombre que llegaba en su Ford 39 (después 51), creía era él más importante del mundo, y estaba orgullosa…dos o tres cuadras doblábamos a la derecha y se abría un portón, salían a recibirnos los primos, la tía Menche, y un huaso flaco grande con polainas y chamanto bordado en tonos tierra, era el tío Bolívar, me bajaba del auto embriagada por el olor a tierra húmeda, a sudor de caballos, a cazuela…era una festín…los saludos y las preguntas…que como estuvo el viaje?…que hasta cuando se quedan?…que por que tan poco?…veníamos a un Rodeo…no sabía que era pero sabía que debía ser muy emocionante…pues el tío corría…el patio grande, en dos de sus costados estaban las habitaciones, todo recorrido por corredores con sillones de mimbre…bajo el parrón la mesa puesta, al centro una pileta, la yegua del tío amarrada a un costado…y flores, diversas flores y unos helechos redonditos y suaves a los que sin ningún reparo me gustaba acariciar y bailarles …que mágico!, ¿Que mueve a una niña a bailarle a una planta?…nunca he tenido la respuesta…debe haber sido el comienzo de la locura de responder a los instintos. Al almuerzo, siempre al lado de mi príncipe…oía las copuchas del pueblo…las historias de las vidas de don Fermín y de sus hijos, que las cosechas de la “Cola del Chancho” ,el fundo del tío, se habían dado buenas, que el tío René Urzúa, de hermosos ojos azules, correría en la yegua baya, que los Lira habían llegado unos días antes…y que “la pecho de ropero” estaba esperando visitas…allí todos se reían y yo sin saber reía también…y cuando le preguntaba a mis primos me decían que era la casa de remolienda del pueblo…que sería remolienda?…parece que allí no iban los niños, pero tampoco las mamás…solo los hombres…nunca conocí a la “pecho de ropero”…y cuando decía que quería ir todos se reían o me hacían callar. Papá sacaba su guitarra y cantaba “yo te canto carretita, al pasado que tu encierras a la esperanza del pobre, al trabajo de mi tierra”…y quería ver una carretita chancha,…”chancha” creo ahora por su tamaño, chiquita y robusta…la característica?…sus ruedas eran de tronco macizo cortado en rodelas…como también el “aradito de palo” corazón de espino, noble corazón tu vaina es la tierra”…y de pronto “El verano ya se ha ido vagando por la pradera y cabalgando el otoño me trajo una primavera…” era “la linda flor” la canción que mi papá había compuesto cuando nací y me producía una mezcla de orgullo y vergüenza…pero ganaba el orgullo!…así pasaban las tardes y la noche era aún mas mágica…esta vez afuera, en el corredor que daba a la calle…sillones de mimbre…la Ema…mi abuela, sentada con su bastón como una reina…llamaba a todos los que por allí pasaban…”Misia” Ema…así le decían los campesinos, interrogaba a los pasantes preguntándoles por su familia y para quien trabajaban, de que familia provenían y como estaban sus hijos; llegaban amigos de todas edades y yo jugaba saltando la acequia que pasaba a lo largo de la calle…a una hora determinada, noche ya, grillos cantando…llegaban ellas…libélulas que nunca mas pude ver en otro lugar…eran chiquitas (3 cm.), pero lo que mas me gustaba eran sus colores iridiscentes; rojas, azules y verdes, brillaban y de pronto se desaparecían…las seguía , las buscaba y de nuevo estaban allí…-a veces pienso que yo las inventé.


El día llegaba y había que ir a la medialuna…me levantaba y mi tía estaba en su peinador enrollando su hermoso pelo color de miel oscura en un moño “tomate”…una, dos, tres horquillas y el peinado estaba armado…tomábamos desayuno y el que quería la acompañaba, ella estaba a cargo de los almuerzos en el casino de la media luna y mandaba como si fuera una generala, huasos venían de todos lados a Chépica, de Peralillo , de Auquinco, de Convento Viejo, de Sta. Cruz…los caballos corraleros eran mas lindos que los que yo conocía del Regimiento Maturana frente a nuestra casa, en Santiago, tenían una cola peinada y frondosa…si parece que hasta otro olor tenían…corrian en parejas…yo no entendía pues un jurado decía tantos puntos buenos…eso era arrimar al novillo y presionarlo contra el muro en forma de medialuna, de madera y forrado con paja cubierta con arpillera ( ese genero de los sacos paperos)…A pesar de que me daba compasión por los novillos, siempre quise ser “huaso” para “correr en vaca”, así le decían y nunca comprendí por qué le llamaban así, porque lo que corría era un novillo pero el huaso iba de a caballo.


Años después corrí con mi primo deberíamos tener 11 o 12 años, rogábamos, exigíamos tanto que nos anotaron, me vestí con pilchas masculinas que mis primos no me querían prestar, fue emocionante cuando por los micrófonos dicen corren: “Miranda y Miranda”, uno de esos Miranda nació arriba del caballo, la otra Miranda, o sea yo, tuve que amarrarme de la tusa del caballo para no caerme…no le pegamos a una!…yo feliz, y el “rucio” mi primo, enojado, yo no sabía por donde andaba el caballo pero al final nos aplaudieron y dijeron por los parlantes “muchos puntos buenos”.


Lo importante era competir…o no?


A los 13 años ya medía 1.68 mt. Y mis dos primeros amores fueron en Chépica…uno Raúl, hijo del capitán de la única Cia. de bomberos tenía mas de 20 años, en las fiestas empezamos a bailar, y por primera vez sentí un vacío en el estómago y algo que me recorría de la panza a la garganta cuando se me acercaba o bailábamos muy juntitos, o me tomaba la mano o cuando me beso…mi primer beso allí en ese corredor…donde veía a las libélulas, claro que en ese momento ni me preocupe si estaban!…Ese mismo verano apareció Renato, sobrino del tío René Urzúa…el de la yegua baya y los ojos azules, Renato no tenía los ojos azules, tenía 17 años y tenía a favor que vivía en Santiago…además fue el que me hizo los primeros versos de amor…me los entregó escritos con tinta roja…y me persiguió por años…que será de mis primeros amores?… existirán aún en Chépica las libélulas fosforescentes rojas, azules y verdes?